lunes, 26 de julio de 2010

Una disquisición y un poema.

No he tenido mucho tiempo como para prestarle la atención que se merece a mi blog. Eso me parece un poco preocupante, puesto que mi blog es un algo así como medidor del nivel de mi reflexividad, cavilaciones, preguntas y destellos. De seguro que ese vacío es producto del trabajo y de estudiar una segunda carrera de pregado.

Los pregrados no le dan genuina cabida a la capacidad de rumiar, tan ensalzada por Nietzsche, como lo propio del filósofo: a penas se pueda masticar, saborear y digerir lo visto; más bien abunda lo vertiginoso, el apuro, el resultado.

Como siempre, hasta en la academia, que continuamente se cree librada, podemos ver la colonización de las lógicas sistémicas (ganancia y productividad) en desmedro de la lógica del entendimiento, la constitución de intersubjetividad y el encuentro.

Han pasado muchas cosas: el aumento sucesivo, violento, voluntario y sistemático del precio de la locomoción colectiva (que dicho sea de paso debiese ser penado como crímen de lesa humanidad); la sugerencia de indulto de criminales por parte del Episcopado; las desafortunadas declaraciones de la sub-directora del Junji; La negativa del gobierno a dar indulto; el aumento de patología en el AUGE, pero con el consecuente (y desconocido) efecto para la salud mental: se elimina la psicoterapia dentro de los protocolos de depresión.

Se podrían mencionar cientos sucesos más, pero la verdad es que desconosco muchos otros por tener escaso tiempo.

No deja de ser curioso el hecho que la profesión que uno suponía que podría contribuir a la mejoría y a la subjetivación de otros termine, finalmente, desbubjetivándome en muchos casos, y al mismo tiempo no logrando que se contribuya a la mejoría de otros. La verdad es que son contingencias.

Realmente tenía por intención en la presente entrada poner un poema de Pablo Neruda, que me resuena una y otra vez en la cabeza como el infinito mar lo hace en una caracola. Este poema es de su 'Residencia en la Tierra'. A mi juicio (de lego culto como diría Freud) es uno de los mejores poemas del vate. La estrofa que más me deleita es la cuarta: "A lo sonoro llega la muerte / como un zapato sin pie, como un traje sin hombre, / llega a golpear con un anillo sin piedra y sin dedo, / llega a gritar sin boca, sin lengua, sin garganta. / Sin embargo sus pasos suenan / y su vestido suena, callado, como un árbol." Innevitablemente (por deformación profesional) me hace pensar en el síntoma, como ese trozo de muerte (que igualmente es vida) que en su silencio hace resonar más que cualquier palabra: llega a gritar sin boca ni lengua ni garganta sin embargo sus pasos suenan.

Aquí dejo el hermoso poema de Neruda



SÓLO LA MUERTE

Hay cementerios solos,
tumbas llenas de huesos sin sonido,
el corazón pasando un túnel
oscuro, oscuro, oscuro,
como un naufragio hacia adentro nos morimos,
como ahogarnos en el corazón,
como irnos cayendo desde la piel al alma.

Hay cadáveres,
hay pies de pegajosa losa fría,
hay la muerte en los huesos,
como un sonido puro,
como un ladrido sin perro,
saliendo de ciertas campanas, de ciertas tumbas,
creciendo en la humedad como el llanto o la lluvia.

Yo veo, solo, a veces,
ataúdes a vela
zarpar con difuntos pálidos, con mujeres de trenzas muertas,
con panaderos blancos como ángeles,
con niñas pensativas casadas con notarios,
ataúdes subiendo el río vertical de los muertos,
el río morado,
hacia arriba, con las velas hinchadas por el sonido de la muerte,
hinchadas por el sonido silencioso de la muerte.

A lo sonoro llega la muerte
como un zapato sin pie, como un traje sin hombre,
llega a golpear con un anillo sin piedra y sin dedo,
llega a gritar sin boca, sin lengua, sin garganta.
Sin embargo sus pasos suenan
y su vestido suena, callado, como un árbol.

Yo no sé, yo conozco poco, yo apenas veo,
pero creo que su canto tiene color de violetas húmedas,
de violetas acostumbradas a la tierra
porque la cara de la muerte es verde,
y la mirada de la muerte es verde,
con la aguda humedad de una hoja de violeta
y su grave color de invierno exasperado.

Pero la muerte va también por el mundo vestida de escoba,
lame el suelo buscando difuntos,
la muerte está en la escoba,
es la lengua de la muerte buscando muertos,
es la aguja de la muerte buscando hilo.
La muerte está en los catres:
en los colchones lentos, en las frazadas negras
vive tendida, y de repente sopla:
sopla un sonido oscuro que hincha sábanas,
y hay camas navegando a un puerto
en donde está esperando, vestida de almirante.

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