domingo, 28 de febrero de 2010

Notas a propósito del terremoto...

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El terremoto ocurrido hace poco más de dos días (27 de marzo) a eso de las 3:30 am estremeció a todo el país de un modo particular. No sólo porque ha sido uno de los más fuertes en el mundo y en Chile (8,8º Richter es la medición oficial), ni porque alcanzó más de 1.200 km del país; tampoco debido a que la séptima y octava región han quedado enormemente destruidas; no es por las pérdidas humanas, que según las cifras oficiales alcanza poco más de las 700 personas y es seguro que sigan aumentando. A mi juicio, lo que fundamentalmente le da un tenor particular a este dramático desastre se debe a la imposibilidad de darle sentido, capturar y encontrar un rostro culpable de todo lo sucedido. A eso se suma la actual posibidad de una masiva entrega de información en tiempo real, posibilitadas y filtradas por los medios de comunicación, y que nos hacen experimentar una realidad que va más allá de nuestro contacto directo. Como sabemos, la realidad de nuestro tiempo actual está estructurada fundamentalmente por imagenes; imagenes entregadas y filtradas por las tecnologías de la información y la comunicación (TIC's).

Esas dos coordenadas -la de exposición a imagenes o experiencias y la de lo insimbolizable de éstas- son las condiciones propias de lo traumático.

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Los medios de comunicación son claramente performativos. Hemos visto que durante los últimos dos días éstos se han dedicado a mostrar un conglomerado de catastrofes. Algo así como un puro concentrado de imagenes que connotan la destrucción material, la pérdida vital, la devastación personal, la angustia y la anomia. Entonces toda esta devastación no esta siendo vivida minuto a minuto solamente por los implicados sino y seguidamente por toda una serie de personas que no están cercanos a tal desastre. Podemos afirmar del mismo modo que lo que es mostrado por los medios de comunicación no es visto por aquellos que más duramente fueron golpeados por tsunamis y terremotos. Debemos ser capaces de entender que la realidad (o dicho en sociológico: 'la construcción de la realidad social') está configurada por la información y las imágenes entregadas. Así podemos concluir que la imagen generar de lo que entendemos por nuestra realidad cercana es una profunda sensación de total destrucción, a pesar que de hecho no es tal. No afirmamos que no haya destrucción, sino que en lugares con Santiago -por ejemplo- se sobredimensiona la vivencia de lo catastrófico a niveles exponenciales: sentimos un gran trauma en donde no hay herida alguna.

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Estos eventos que entran en la aparente recta línea de nuestra vida de modo súbito es lo que Lacan nomina 'lo real'. La peculiaridad de lo real -que no es, por cierto, que sea elaborada por Lacan- es una vivencia que rompe con todo órden: no es esperado como acontecimiento, no puede entenderse una vez sucedido, con el acontecimiento pasado-presente-futuro serán reescritos; en definitiva, el órden de lo simbólico no lo logra captar, queda como un resto excluido de la nominación, de la comprensión. Ese encuentro con lo siniestro, brutal, intolerable e improcesable es lo que nominamos como lo Real.

Al ser nosotros, humanos, seres que habitan continuamente -aquello que Heidegger nominaba como 'la casa del ser'- el registro del lenguaje, del habla, de los símbolos, intentámos continuamente abarcar lo inabarcable de lo real apalabrándolo. Sin embargo, como nos podemos dar cuenta, tal labor es estructuralmente un imposible. Sólo un ejemplo en el nivel de lo personal: no por hablar de la muerte súbita de un familiar, el nudo de lo real quedará resuelto; siempre quedará un nucleo indecible.

Esta superficie vacía de palabra, como es el terremoto, que pulsa continuamente, que nos angustia ante la incontrolable inminencia de su potencial aparición, inevitablemente obliga a buscar respuestas. Una de éstas me interesa particularmente: sabemos que desde el momento del terremoto ha habido una oleada de personas que han atiborrado las estaciones de servicio de combustibles con el fin de cargar los estanques de automóviles, las filas de espera llegan a cuadras; los supermercados han sido otro foco conflictivo puesto que se han atiborrado de personas y, lo notamos, las compras han sido superiores a las normales y muchos se han dado la licencia de ir a sacar mercadería de centros comerciales. Por otra parte he oído mucha gente que señala que estos desastres se unen a una oleada de otros de igual magnitud, lo que configuraría una especie de cadena singular nunca antes vista que nos intenta entregar un mensaje: algo así como el apocalípsis, el fin de los tiempos, el fin del calendario.


Si nos damos cuenta lo que estas personas buscan con el sismo es un supuesto mensaje que debe ser desvelado tras el lugar del sismo, que en sí mismo está vacío de todo contenido, cuando en realidad el mensaje posible es el ser mismo del sismo, a saber, el vacío de palabra de éste; es decir el mensaje es justamente el objeto que en la catastrofe se resiste a toda simbolizaciión, o dicho con Mc Luhann: el medio (el desastre) es el mensaje (en sí mismo). Zizek afirma en el mismo sentido:

Cuando la carta llega a su destino, la mancha que arruina el cuadro no queda abolida, borrada: lo que nos vemos obligados a captar es, por el contrario, el hecho de que el verdadero ‘mensaje’, la verdadera carta que nos aguarda es la mancha misma. (Zizek en 'Goza tu síntoma' p. 21)

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Como conclusión de esta situación parece productivo y sensato los dichos del mismo Zizek: "Sencillamente lo que debemos aprender a aceptar lo real de esa crisis en su actualidad carente de sentido, sin cargarla con algún mensaje o significado". En efecto, las lecturas apocalípticas, o las desestimaciones de lo que sucede quitan toda la carga material que nos puede entregar el fenómeno como tal para elaborarlo. Tal distancia que hay que tomar nos debe conducir a una conclusión importante sobre la actual crisis, para lo cual citaremos a Zizek (y en esto ya parecemos fundamentalistas citando a su texto sagrado): "El hecho de que el hombre es un ser hablante significa precisamente que, por así decirlo, está constitutivamente 'fuera de carril0, marcado por una fisura irreductivle que el edificio simbólico intenta reparar en vano. De tanto en tanto, esta fisura hace irrupción de alguna manera espectacular, recordándonos la fragilidad del edificio simbólico...".

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Si algo productivo tiene este enfoque que toma los aportes de Lacan, es precisamente que sabe detenerse en algún momento en la búsqueda de sentido y significados de los hechos. Tal vez ese es el mensaje y la lección que debemos aprender del terremoto, y al mismo tiempo parece que ese es el mensaje que tiene que entender parte de las ciencias sociales: como la sociología, el evolucionismo, la psicología y el socioconstruccionismo; tan sólo por mencionar algunos.

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