viernes, 3 de octubre de 2008

Un viejo lozano.

La otra vez hablaba con una amiga vaguedades sobre la poesía. Como corresponde a todo ese tipo de conversaciones informales, más allá de preocuparnos del contenido lo hacíamos de la relación que se establecía, de su función meramente conativa. Por lo mismo no recuerdo mucho de qué fue lo que hablamos (tal vez lo anterior sea una manera barata de justificar mi mala memoria). Lo que sí recuerdo, y que quedó reberberando en mi o, como me gusta decir, rumiando hasta ahora fue una pregunta o comentario que hizo, que no pude contestar satisfactoriamente. Me señalaba que a ella no le gustaba mucho la poesía, porque toda ella siempre referían a la tristeza, el desamor, el desengaño, en síntesis, lo más oscuro de nuestra humana condición. Yo le decía que tenía razón que muchos poetas enfatizaban ese aspecto, pero que no era lo primordial. Sin embargo en ese momento no se me ocurrió algún ejemplo para mencionarle.

Al otro día me puse a buscar en mi memoria y en mis estantes, donde guardo los libros, y no encontré ningún poeta que se dedicara a cantarle a la vida. Una de las razones es porque a mi me gusta mucho la poesía con sabor a 'mate amargo', donde lo hermoso no sea sino 'el comienzo de lo terrible' y así sucesivamente. Es cierto que Fernando Pessoa tiene poemas a la vida, pero también es igual de cierto que nunca sus versos dejan de tener un sabor melancólico y áspero como el de la resaca a la mañana siguiente de una buena borrachera. Por lo mismo lo descarté.

Para resumir las cosas, después de varios días caí en cuenta de lo tonto que fui al no recordar a uno de los poetas más lozanos y grandiosos, que cumplía perfectamente con esa frescura del rocío de la mañana y de tierra recién mojada: Walt Whitman.



Por eso mismo, pondré la apertura de 'Canto a mi mismo' de ese querido viejo. La traducción corresponde a Luis Felipe.



Luego subiré otro que me gusta mucho de Walt Whitman.



-I-

Me celebro y me canto a mí mismo.
Y lo que yo diga ahora de mí, lo digo de ti,
porque lo que yo tengo lo tienes tú
y cada átomo de mi cuerpo es tuyo también.

Vago... e invito a vagar a mi alma.
Vago y me tumbo a mi antojo sobre la tierra
para ver cómo crece la hierba del estío.
Mi lengua y cada molécula de mi sangre nacieron aquí,
de esta tierra y de estos vientos.
Me engendraron padres que nacieron aquí,
de padres que engendraron otros padres que nacieron aquí,
de padres hijos de esta tierra y de estos vientos también.
Tengo treinta y siete años. Mi salud es perfecta. Y con mi aliento puro
comienzo a cantar hoy
y no terminaré mi canto hasta que muera.
Que se callen ahora las escuelas y los credos.
Atrás. A su sitio.
Sé cuál es su misión y no la olvidaré;
que nadie la olvide.
Pero ahora yo ofrezco mi pecho lo mismo al bien que al mal,
dejo hablar a todos sin restricción,
y abro de para en par las puertas a la energía original de la naturaleza desenfrenada.

1 comentario:

Paroxismo dijo...

La que fue amiga, ahora es novia...